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Arrollado joven motorista por irresponsable conductor de “Combi” en la avenida Portillo.




La “Combi” que venía compitiendo en una absurda carrera con otra unidad, se voló el semáforo y impactando  con fuerza devastadora al joven motorista.
La “Combi” que venía compitiendo en una absurda carrera con otra unidad, se voló el semáforo y impactando con fuerza devastadora al joven motorista.

Cancún, Quintana Roo, 3 de abril, 2025.-La vida de un joven se apagó de manera trágica y dolorosa cuando un conductor irresponsable decidió ignorar las normas y jugar con el destino. En una calle que debería haber sido segura, la imprudencia de un chofer de “Combi” convirtió el asfalto en un escenario de tragedia.

 

El fatídico accidente ocurrió en la intersección de avenida Portillo con avenida Comalcalco, alrededor de las 4:30 de la tarde, un horario en el que la ciudad bulle con el ir y venir de vehículos y peatones que confían en que las reglas de tránsito los protejan.

 

El joven, con la luz verde a su favor, avanzaba con la certeza de que el camino era suyo, sin imaginar que, en cuestión de segundos, su historia se vería brutalmente interrumpida. La “Combi” que venía compitiendo en una absurda carrera con otra unidad, se voló el semáforo y lo impactó con una fuerza devastadora, arrojándolo al menos a veinte metros de distancia. El golpe fue brutal. Su casco salió despedido, sus sandalias quedaron esparcidas por la calle, y su cuerpo inerte quedó tendido en el pavimento, donde su vida se extinguió en un instante.

 

El cuerpo sin vida del joven arrollado, esperando a las autoridades para el levantamiento de ley.
El cuerpo sin vida del joven arrollado, esperando a las autoridades para el levantamiento de ley.

Minutos después, familiares llegaron al sitio, corriendo, con la desesperación marcada en el rostro. Al verlo ahí, sin moverse, el dolor los quebró. Su madre, al llegar, lanzó un grito desgarrador, un sonido que retumbó entre los presentes y que heló la sangre de quienes lo escucharon. "Levántate, por favor", le rogaban, como si sus súplicas pudieran revertir lo inevitable. Pero la muerte, cruel y definitiva, ya se lo había llevado.

 

Sus hermanos, sus amigos, sus seres queridos se abrazaban entre llantos, como si el contacto pudiera mitigar el vacío que acababa de instalarse en sus vidas. La escena era desgarradora: lágrimas que caían sobre el pavimento manchado de sangre, miradas perdidas en el horror de la realidad, un dolor tan profundo que las palabras eran inútiles.

 

La zona fue acordonada. Elementos de Tránsito Municipal y la Fiscalía General del Estado arribaron al lugar para realizar las diligencias correspondientes, mientras la vida seguía su curso en la ciudad, indiferente a la pérdida irreparable que acababa de suceder.

 

Sus hermanos, sus amigos, sus seres queridos se abrazaban entre llantos, como si el contacto pudiera mitigar el vacío que acababa de instalarse en sus vidas.
Sus hermanos, sus amigos, sus seres queridos se abrazaban entre llantos, como si el contacto pudiera mitigar el vacío que acababa de instalarse en sus vidas.

Este no es un caso aislado. Es una tragedia más que se suma a las tantas vidas arrebatadas por la irresponsabilidad, por la falta de vigilancia, por un sistema que permite que las calles se conviertan en arenas donde conductores sin escrúpulos juegan con la vida de los demás. La ausencia de agentes de tránsito en las calles ha dejado un vacío peligroso, y las consecuencias se pagan con sangre, con lágrimas, con familias rotas que nunca volverán a ser las mismas.

 

Los conductores de transporte público, en su afán de ganar pasajeros, se han convertido en dueños de las calles, violando normas, ignorando semáforos, apostando con la muerte. Y esta vez, la muerte ganó.


La  madre del joven arrollado, al llegar al lugar de los hechos, fue auxiliada por los agentes del orden público.
La madre del joven arrollado, al llegar al lugar de los hechos, fue auxiliada por los agentes del orden público.

 

Y mientras el cuerpo del joven era levantado por los servicios forenses, su historia se cerraba abruptamente. Un futuro truncado. Sueños apagados. Una silla vacía en casa. Un adiós que nadie estaba preparado para dar.

 

Mañana, su ausencia será un dolor latente en su hogar. Su madre despertará esperando escuchar su voz. Sus amigos mirarán su teléfono, esperando un mensaje que nunca llegará. Su nombre se convertirá en un recuerdo, una herida abierta en el corazón de quienes lo amaban.

 

Y en las calles, el tráfico seguirá su curso, los conductores seguirán apresurados, los semáforos seguirán siendo ignorados. Hasta que, una vez más, la tragedia se repita. Porque en esta ciudad, las vidas parecen no importar hasta que se pierden.

 
 
 

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